Mi madre estaba allí. Vestida de negro unánime. Viva. Ya no
muerta. ¿Era posible? No. No era posible. De ninguna manera. No era mi madre
esa señora. No podía serlo. Y luego ¿qué había dicho al verme? ¿Me creía, pues,
muerto? Escalas melografiadas por su autor, es un texto, que, al margen de la
discusión entre los exégetas por establecer un canon sobre su creación y
analizar las necesidades que empujaron a Vallejo a escribirlo en 1923, es
secundaria frente a la importancia de que se editen nuevamente en España. Creo
que Vallejo fue, junto con José María Arguedas, uno de los pocos autores
peruanos que buscó una verdadera escritura literaria que lograse separarlo de
la realidad que lo oprimía para ser un hombre libre. No a través del cinismo,
sino del grito, del desgarro. Del prólogo de Patricia de Souza
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